El amigo Manso: 45
El amigo Manso Capítulo XLV de Benito Pérez Galdós Capítulo XLV - Mi madre... -Déjala de mi cuenta... Yo la aplacaré haciéndole ver... Ella no conoce a Irene, no sabe su mérito. Le diré que la memoria de mi madre me impone la obligación de tomar bajo mi amparo a esa pobre huérfana, de cuya familia tiene la mía antiguas deudas de gratitud... Sí, lo declaro: sépanlo tú y tu madre. La maestra de escuela es ahora mi hermana; su desgracia me mueve a darle este título y con él mi protección declarada, que irá hasta donde lo exijan el honor de un hombre y el decoro de una familia. Yo me entusiasmaba, y a cada palabra me ocurrían otras más enérgicas. «Las preocupaciones de tu madre son ridículas. Dejémonos de abolengos, pues si a ellos fuéramos, cuál malparados quedaríais tú, tu madre y todos los Peñas de Candelario». -Sí -gritó él con entusiasmo-, abajo los abolengos. -Y no hablemos de entorpecimiento en tu carrera... ¡Si te llevas un tesoro; si es...
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