El amigo Manso: 26
El amigo Manso Capítulo XXVI de Benito Pérez Galdós Capítulo XXVI - Llevose el dedo a la boca imponiéndome silencio Su discreción me pareció encantadora. Parecía decirme: «Ya hablaremos largamente de ello y de otras mil cosas agradables». «¿No sabes? -me dijo Lica-. José María se ha puesto muy bravo, porque no he querido ir al palco proscenio. Dice que esto es una gansada... Mejor; que rabie. No me da la gana de ponerme en evidencia. Aquí estamos muy bien... Aguaita, chinito: hemos venido de bata. No te chancees. Aquí vemos todo y nadie nos ve... ¡Jesús, cómo está mi marido! Dice que no sirvo más que para vivir en un potrero... ¡Qué cosa! En fin, que rabie». Mercedes miraba hacia las butacas, y aquel animado panorama a vista de pájaro la desconsolaba un poco, por no encontrarse ella en medio de tanto brillo y hermosura. También estaba doña Jesusa; inaudito fenómeno, tan contrario a sus costumbres sedentarias. «No he venido más que a oírle, niño...
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