El amigo de la muerte: cuento fantástico :4
El amigo de la muerte: cuento fantástico de Pedro Antonio de Alarcón IV - Digresión que no hace al caso Desde que Gil Gil salió de la hostería empezó a observar tal cambio en sí mismo y en la naturaleza toda, que, a no ir asido a un brazo tan robusto como el de la Muerte, indudablemente hubiera caído anonadado contra el suelo. Y era que nuestro héroe sentía lo que no ha sentido ningún otro hombre ¡el doble movimiento de la Tierra alrededor del sol y en torno de su propio eje! En cambio, no percibía el de su propio corazón. Por lo demás, cualquiera que hubiese examinado a la esplendorosa luz de la luna el rostro del ex zapatero, habría echado de ver que la melancólica hermosura que siempre lo hizo admirable había subido de punto de una manera extraordinaria... Sus ojos, de un negro aterciopelado, reflejaban ya aquella paz misteriosa que reinaba en los de la personificación de la Muerte. Sus largos y sedosos cabellos, oscuros como las alas del cuervo, adornaban...
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