Dos mujeres: 33
Capítulo XXXII 33 Pág. 33 de 34 Dos mujeres Gertrudis Gómez de Avellaneda La emoción de Carlos al separarse de la condesa se aumentaba a medida que iba acercándose a Luisa. Sentíase oprimido, tenía fiebre. Ardían su cabeza y su corazón, y no podía darse cuenta de los sentimientos y dolores que en tumulto le asaltaban. Llegó a su casa en un estado de delirio, y Luisa, que le aguardaba con dolorosa impaciencia, quedó espantada al observar la mutación de su rostro. La pobre niña había pasado las horas transcurridas de aquella noche en fervorosa oración, pero, aunque había llamado en su auxilio todo su esfuerzo y toda su resignación, auque había implorado a Dios llorando su culpa y demandando valor, sintiose enteramente trastornada al ver a su marido. Tendiole los brazos y él se arrojó en ellos. Aún era su Carlos, su esposo, aquél que gemía en su seno; aún era suyo, y dentro de algunas horas le habría perdido para siempre. A tan amarga...
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