Doña Milagros: 05
Capítulo IV 05 Pág. 05 de 20 Doña Milagros Emilia Pardo Bazán Cuando empecé a ascender fatigosamente las escaleras de mi casa, subía delante de mí la mujer del oso, la comandante de Otumba, doña Milagros. Ya sabemos que marido y mujer eran nuestros vecinos, sólo que vivían menos alto que nosotros, y no disfrutaban de tan hermosa vista al mar. Por cierto que de esta vista nació la intimidad de doña Milagros en mi casa, pues iba a extasiarse, las tardes que hacía bueno, con aquella gloria de Dios. -Como en mi pueblo -decía. Y en seguida añadía indefectiblemente-: Porque ya sabrán ustés que yo soy gaditana. No creo atentar a la fidelidad que debí a mi Ilduara querida, si reconozco que la señora de Llanes me pareció entonces, más que de costumbre, y acaso por contraste con la gente que dejaba en la Sociedad de Amigos, un objeto muy grato de contemplar. No diré que la comandanta fuese una belleza acabada y sorprendente, pero poseía en grado...
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