Doña Luz: 17
Capítulo XVI 17 Pág. 17 de 22 Doña Luz Juan Valera Meditaciones El P. Enrique, según hemos apuntado anteriormente, no estaba ocioso: no limitaba la actividad de su vida a hablar en la tertulia de D. Acisclo. En la soledad de su cuarto se pasaba horas y horas leyendo y escribiendo. Como era modestísimo, no esperaba hacer algo que, dado al público, fuese de gran utilidad, y sin embargo escribía una obra extensa de la que no levantaba mano. Era una apología o nueva defensa del Cristianismo contra los ataques de los más flamantes filosóficos panteístas, positivistas y materialistas. El singular y simpático candor del Padre se revelaba en cada frase de este notable escrito. Se diría que todo él era, más que un libro de polémica, un monólogo, o mejor dicho un diálogo, en que alternaban dos voces de la misma alma. Su entendimiento frío, calculador, apartado de la fe, proponía cuantos argumentos, ya metafísicos, ya históricos, ya tomados de las...
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