Cuarto Libro de La Galatea: 10
Todos lo hicieron así, obligados de su buen comedimiento. Hasta este punto, habían tenido las damas cubiertos los rostros con dos ricos antifaces; pero, viendo que los pastores se quedaban, se descubrieron, descubriendo una belleza tan estraña que en gran admiración puso a todos los que la vieron, pareciéndoles que, después de la de Galatea, no podía haber en la tierra otra que se igualase. Eran las dos damas igualmente hermosas, aunque la una dellas, que de más edad parescía, a la más pequeña en cierto donaire y brío se aventajaba. Sentados, pues, y acomodados todos, el segundo caballero, que hasta entonces ninguna cosa había hablado, dijo: -Cuando me paro a considerar, agradables pastores, la ventaja que hace al cortesano y soberbio trato el pastoral y humilde vuestro, no puedo dejar de tener lástima a mí mesmo y a vosotros una honesta envidia. -¿Por qué dices eso, amigo Darinto? -dijo el otro caballero. -Dígolo, señor, -replicó estotro-, porque veo con cuánta...
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