Cañas y Barro: 81
none Pág. 81 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Neleta le llamó con voz dulce, en la que había algo de arrullo maternal. Sólo se veía su sombra sobre el montón de ovillos que llenaba la proa. La joven quería que descansase: debía detenerse un momento; lo mismo era llegar media hora antes que después. Y le hizo sentar junto a ella, indicando que en el montón de cáñamo estaría más cómodamente que en la popa. La barca quedó inmóvil. Tonet, al reanimarse, sintió la dulce proximidad de aquella mujer, lo mismo que cuando permanecía tras el mostrador de la taberna. Había cerrado la noche. No quedaba otra claridad que el difuso resplandor de las estrellas, que temblaban en el agua negra. El silencio profundo era interrumpido por los ruidos misteriosos del agua, estremecida por el coleteo de invisibles animales. Las lubinas, viniendo de la parte del mar, perseguían a los peces pequeños, y la negra superficie se estremecía con un chap-chap...
Está viendo el 18% del contenido de este artículo.
Solicite el acceso a su biblioteca para poder consultar nuestros recursos electrónicos.
Ventajas de ser usuario registrado.
Acceso sin restricciones a todo el contenido de la obra.
Sólo información contrastada de prestigiosos sellos editoriales.
Contenidos de renombrados autores y actualizaciones diarias.
La nueva plataforma del Consorcio ofrece una experiencia de búsqueda de fácil manejo y de gran usabilidad. Contiene funciones únicas que permiten navegar y realizar consultas de manera ágil y dinámica.
Convenios especiales: Enseñanza Bibliotecas públicas