Bendición de la tierra - Libro Segundo. Capítulo 9
En la primavera aconteció algo tan inesperado como, a la vez, importante. Iba a reanudarse el trabajo en las minas de cobre. Geissler había vendido su terreno. ¿Había sucedido lo increíble? El tal Geissler era un señor desconcertante, del cual lo mismo podía esperarse que actuara como que se cruzara de brazos, o que moviera la cabeza en señal de afirmación. Una vez más todo un pueblo sonreía por obra y virtud suya. ¿Le había movido, al fin, su conciencia a no permitir por más tiempo que, por culpa de él, los aldeanos vivieran en la escasez, alimentándose de papillas? ¿O bien había embolsado su cuarto de millón? También podía ser que Geissler necesitara dinero y tuviera que vender por necesidad. Al fin y al cabo, veinticinco mil o cincuenta mil coronas no son una bagatela. Por lo demás, se decía que su hijo había firmado la venta en su nombre. El caso es que la empresa volvía a ponerse en marcha. Estaba allí el ingeniero de antes con otros trabajadores, y se...
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