Ana Karenina VIII: Capítulo XVIII
Ana KareninaOctava parte: Capítulo XVIII de León Tolstoi Durante todo el día, mientras se desarrollaban las más diversas conversaciones, en las que intervenía como si sólo participara en ellas lo externo de su inteligencia, Levin, no obstante al desengaño del cambio que debía pesar sobre él, sentía incesantemente, con placer, la plenitud de su corazón. Después de la lluvia la excesiva humedad impedía salir de paseo. Además, las nubes de tormenta no desaparecían del horizonte y pasaban unas veces por un sitio, otras por otro, ennegrecido el cielo, acompañadas a intervalos por el fragor de los truenos. El resto del día lo pasaron, pues, todos en la casa. No se discutió más, y después de la comida se encontraban todos de excelente humor. Katavasov, al principio, hizo reír mucho a las señoras con sus bromas originales, que siempre gustaban cuando se le empezaba a conocer; pero luego, interpelado por Kosnichev, suspendió sus interesantísimas observaciones sobre...
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