A prueba:8

A prueba: Capítulo 8 de Felipe Trigo «Sí; ellas optan por el yate, en cuanto al modo -utilizando ahora también mi indicación!» Y pensado esto, con la prisa de llegar, puso a toda marcha el automóvil, dejando carros atrás, espantando mulas y borricos por la angosta carretera. Era él un gran demonio de nobleza y de bondad que guiaba a su placer, como a este coche, el candor de aquellas damas! Habiéndole dicho el conde Almeida de Alburquerque que en Oporto encontraría a un señor que podía alquilarle un yate, se iba a Oporto. Llegó, y efectivamente, lo alquiló. Dos días después estaba el yate esperando en aguas de Lisboa. Frente a Belem, en mitad de la bahía. Era blanco, fino, de dos palos y con un magnífico salón y tres estancias. En la proa tenía esculpida en oro una Sirena. Dos tardes empleó Augusto (consagró) en el arreglo de la estancia principal. Flores, muchas flores, entre el lujo de las sedas. Lecho imperial, y encima un dosel de guirnaldas en que...

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