La represión en las dos zonas
No perderé de vista el criterio que acabo de mostrar –y que defiendo (el de considerar la de 1936-1939 como una guerra entre cristianos; los más de ellos, católicos)–; pero es obvio que implica dar un segundo paso que es ya completamente diferente: si fue como aseguro, habrá que preguntarse cómo es posible que fuesen tantos los cristianos del ejército popular y de la retaguardia que se dedicaron a matar curas y monjas y laicos conocidos por sus creencias. Y habrá también que preguntarse cómo es que los cristianos del otro bando –el nacional– aceptaron que Franco se aliara con un hombre que había mostrado ya una actitud anticatólica más que cumplida. Y claro es que me refiero a Hitler, quien, para más inri, había sido bautizado a poco de nacer y era, por tanto, tan católico como pudiera serlo Azaña. Sólo hallo una respuesta: se olvidaron del mandamiento nuevo. Así de claro. No me refiero, es obvio, a aquellos que mataron para que no mataran a otros. Ni...
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