La imagen paradójica de una contienda religiosa entre católicos
El descenso del número de protestantes tenía, pues, varias lecturas. Y no se puede descartar que –con presión o sin presión social–, en la mayoría de los españoles, continuaba vivo un rescoldo propiamente católico que podía avivarse y, en muchos casos, se avivó. Precisamente ese hecho –la eficacia de las misiones populares, la de campañas como «Cristo en la empresa», el quehacer de las religiosas que se atrevían a ello (las llamadas «avemarianas», por ejemplo, en los suburbios de Madrid)[1] sorprendería a muchos, que habían visto en la guerra una sola cara de la moneda, la violenta. Percibieron una receptividad, entre la gente más humilde y –de otra parte– entre los obreros, que muchos de ellos no esperaban. Y es que, en realidad, en el bando popular (como en el nacional), no sólo habían abundado los que fueron movilizados a la fuerza –aunque la fuerza fuese a veces la presión del ambiente y el temor a la represión–, sino que tampoco habían...
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