Estrategias protectivas
Al evocar la casa convocamos, acaso sin quererlo, el mundo del corazón, las disposiciones y recorridos hiperbólicos que este instrumenta al objeto de poder enfrentarse a la siempre temible «página blanca». A menudo, aquellas mismas construcciones afectivas —las «precondiciones» de la escritura, las hemos llamado— son el escenario por donde los sujetos masculinos —prioritarios servidores del escrito hasta hace poco—, hacen entrar el espectro de lo maternal y femenino. La protección femenina ha planeado tradicionalmente sobre estos ambientes y gabinetes de trabajo en donde es la mujer quien aparece en calidad de fantasma o, tal vez, de fetiche. Posicionamiento fantasmático pues de lo femenino a lo que, al final, habremos de volver, esta vez en una imagen de cierre. Si, no cabe duda, mucho del dominio que tiene que ver con las letras circunscribe su naturaleza a un espacio de caracter claramente protector y asegurado. Y, si atendemos a las observaciones hechas por los...
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